¿Correrías una maratón a los 85 años?

Después de una chamusca de fut con los amigos o un viernes por la noche en el carro, regresando de una fiesta, te aseguro que te quejas de algún dolorcito o molestia en los músculos. Tal vez no tú, pero seguramente has escuchado que otros se quejan por X o Y razón todo el día.

“Aaaay no… cargar la mochila con la compu todo el día que cansado.”
“Ala muchá se los juro que ya no aguanto la cabeza, ¡me voy a morir!”
“Hoy si que vengo muerto… esa corrida del parqueo a la clase me cansó muchísimo.”
“¡Los tacones de ayer estaban divinos pero me lastimaron el pie! Ya no puedo ni caminar.”
“¡Nombre! ¿Cómo pensás subir por las gradas DOS NIVELES? Pidamos el elevador.”

Estas son algunas de las frases que escuchamos o decimos todos los días. Pero hoy quisiera compartirles una anécdota que cambió mi manera de ver el mundo. Hace algunas semanas tuve la oportunidad de presenciar una maratón en la cual participaban aproximadamente mil corredores. Vi pasar a todos y cada uno de ellos llenos de energía y entusiasmo, sudor y sonrisas. Pero cuando todos pensamos que la carrera había finalizado, nos dimos cuenta de que faltaban dos corredores por atravesar la meta. Los vi venir de lejos y no podía creerlo: un señor mayor (yo le calculé 85 años de edad) acompañado de su hijo venían tratando de seguir el paso de la maratón.

Se acercaron a nosotros y se me llenaron los ojos de lágrimas. Se me formó un nudo en la garganta cuando los escuché: “¡Vamos papa usted puede, solo nos faltan 13 kilómetros para la meta! Yo aquí voy con usted no tenga pena que no lo abandono.” Iban padre e hijo corriendo la maratón orgullosamente, con la cabeza en alto, sin importar que fueran los últimos de toda la carrera. Al ver esto, no pude creer que nosotros nos quejemos de todo lo que nos pasa, de que nuestro cuerpo no aguanta y no tiene fuerzas; pero, fue realmente increíble ver cómo el viejito juntó todas sus fuerzas para correr junto a su hijo, probablemente la última maratón de su vida.

Quisiera que tomáramos consciencia de nuestra insatisfacción hacia muchas cosas. Detente. Piensa otra vez en lo que acabas de decir y cambia la frase. Recuerda que tienes apenas 19 años, aprovecha tu cuerpo y cuídalo. Te dejo esta historia para que la recuerdes la próxima vez que quieras quejarte y valores tu condición hoy en día, la salud y energía de tu cuerpo.

por: La niña de las estrellas